¡Buen@s huméd@s días/tardes/noches!
Os traigo un avance del próximo relato, que se subirá a lo largo de la semana, en el que la pasión entre dos empleados de una misma empresa aparece tras verse por primera vez.
Se abre la puerta y sale con un vestido azul celeste, de falda corta y cintura fina. Con un top de un tono más oscuro y que se ata por detrás, realzándole los pechos. Me encanta.
Lo apruebo, pero ella quiere seguir probando.
A cada traje que se pone está más sexy.
Sale con una mini falda de tubo, negra, ajustada, realzando sus caderas. Lleva unas medias y unos tacones rojos. Arriba una camisa, blanca, con una corbata roja.
—¿Qué te parece?
—¿Puedo ser sincero?
—Eso espero.
—Digamos que con eso causarás torticolis a todo el que pases y seguramente mucho más — Contesto, devorándola con la mirada de arriba abajo. Me fijo que tiene los botones de arriba de la camisa desabrochados.
—¿Sí? ¿Qué otras cosas? — Pregunta, andando lentamente hacía mí. Botándole los pechos a cada paso. —¿Me lo puedes decir? — Dice, mirándome fijamente y haciendo que me cueste no mirar a sus resaltantes pechos mientras se inclina hacia mí. Pone la mano sobre mi muslo, la sube lentamente. Mi pene palpita, la nota cerca.
—Ganas de pecar — Digo, con sus labios frente a los míos. A escasos centímetros. Nuestras narices chocan y su mano se frena mientras sus dedos se estirazan, rozando mi pene y colocándose acomodado alrededor del bulto que hace en mi pantalón.
—Ya veo… — Dice lentamente, casi susurrando, y se pasa la lengua por los labios mientras su profunda y sensual mirada me atrapa como un hechizo. —A ver qué te hace sentir el último modelito — Dice mientras se levanta. Se marcha y puedo verla por detrás, con la falda algo subida. Se agacha frente a la puerta, a bajarse las medias, y puedo ver por debajo de sus piernas como no lleva bragas. Casi me da un ataque. Lo tiene rosado, rasurado, y brillante. Húmedo. Trago saliva y me atraganto. Oigo como se ríe mientras se levanta y vuelve al cuarto de baño.
En estos escasos minutos he imaginado como la hacía gemir de mil y una maneras. Podría haberme corrido solo con la imaginación si hubiera seguido cerca de mí.
Mi mano está acoplada en mi entrepierna, masajeándome el nervioso y alterado pene que se muere por probarla, al igual que yo.
Pasa un par de minutos y se vuelve a abrir la puerta.
Me levanto nada más verla.
Atentos para el relato completo 😉